Eres lo que sean tus creencias
Las creencias son transcendentes.
Al hablar de creencias, se suele pensar en la religión, y ese es el sentido más común del término. Sin embargo, hay otro tipo de creencias mucho más importantes para nuestra vida que pasan desapercibidas y que es muy necesario tener en cuenta.
Me refiero a nuestras convicciones, principios, pasiones, sugestiones y demás motores que impulsan nuestra vida a actuar. Quien tiene fe en algo, logra ese algo. Cuando Jesucristo hablaba de que bastaba un poco de fe para mover las montañas estaba hablando del centro mismo de la motivación humana.
Si quien está contigo te acostumbra a considerarte una persona valiosa, te trata con respeto y te demuestra amor en cada encuentro, te estará diciendo que él es valioso, respetuoso y que sabe amar. Aparte de ello, tu mente actuará según los parámetros propios de una persona valiosa, digna de respeto y dando amor a quienes tengas contigo. Si quienes te rodean te humillan, te minusvaloran y te tratan con desprecio, te demuestra que ellos mismos son villanos, de poco valor y despreciables. Por tu lado, acabarás creyendo que no eres digna de amor ni de respeto, y tampoco se manifestarás ese respeto por los demás.
El ambiente influye más de lo que pensamos: la historia de las dos gemelas
En nuestra niñez y juventud hemos formado las creencias regidas por el ambiente en el que nos educaron la familia, los amigos, la escuela y la religión. En la vida adulta, esas creencias se van modificando o fortaleciendo según el trato con los que tenemos más cerca.
Si estás convencido de que puedes hacer algo, lo realizarás sean cuales sean las dificultades; Si estás convencido de que no puedes, no lo lograrás aunque sea lo más fácil del mundo. Cuando te han convencido de que vales para algo, comunicarás al cerebro que tiene que obtener todos los recursos para lograr ese algo y llegarás a él con toda seguridad. Cuando tienes inculcada la creencia de que no vales para algo, el cerebro ya se encargará de encontrar los suficientes obstáculos para que no seas capaz de lograrlo.
No sé si mi creencia es cierta, sólo sé si me hace crecer o menguar.
Las creencias son las guías y las auténticas tiranas de nuestro cerebro, para bien y para mal. Son la fuerza más poderosa que tenemos, bien para impulsarnos a auténticas heroicidades o bien para paralizarnos y derrotarnos ante cualquier avatar de la vida. Quienes han hecho las mayores obras de nuestra historia han sido los que han creído firmemente en una idea y en sí mismos. Los mayores héroes que conoce la humanidad – y también los mayores villanos – suelen ser personas radicalmente apasionadas por alguna ida relacionada con la patria, la familia o el amor. Quienes no creen en su persona ni en sus planes, están destinados a la frustración, a la decepción y al hundimiento de su vida.
No podemos saber a ciencia cierta si nuestras creencias son absolutamente verdaderas o si están equivocadas, pues pertenecen al ámbito de la subjetividad, lo que sí sabemos es si nos ayudan a ser mejores, si llevan nuestra vida hacia el triunfo, si nos ayudan y ayudan al prójimo o por el contrario nos hunden y hacen más desgraciada nuestra vida y la de los que nos rodean.