El hábito no hace al monje… o sí
El hábito no hace al monje… o sí
El psicólogo Philip Zimbardo, realizó en 1969 un experimento social que resulta clarividente para comprender las reacciones humanas y nuestro comportamiento ante lo que se nos presenta. Dejó un coche sin matrícula y con las puertas mal cerradas en las calles del peligroso barrio Bronx de Nueva York. Se quedó observando desde la lejanía lo que ocurría y no tuvo que esperar mucho. A los 10 minutos, ya estaban quebrando sus cristales y robando lo que contenía en su interior. A los tres días apenas quedaba algo más que la carrocería del coche. Luego empezaron a destrozarlo.
La segunda parte del experimento fue dejar otro coche, también sin matrícula y con las puertas mal cerradas, en un barrio rico de Palo Alto, en California. Durante una semana el coche permaneció en total calma. Nadie lo tocó. ¿Sería que la gente acomodada era más respetuosa que los del Bronx?
Entonces, Zimbardo dio un paso más; cogió un martillo y abolló varias partes de la carrocería, de forma que ofreciese una sensación de más abandono. Curiosamente, a las pocas horas el coche estaba tan destrozado como el del Bronx.
Este experimento dio lugar a la teoría de las ventanas rotas, elaborada por James Wilson y George Kelling: si en un edificio hay una ventana rota y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos. ¿Por qué? Porque esa rotura envía el mensaje de que nadie cuida aquello y por lo tanto se lo puede destrozar.
La gente te tratará según los valores que vea en ti. Lo bueno se cuida, lo malo se desprecia.
Cuando pasas por una calle o un parque impecable y pulcro, donde no se encuentra ni un solo papel por el suelo, no se te ocurre arrojar nada. El mismo instinto te lo impide. Si por el contrario transcurres por un lugar lleno de porquerías, probablemente no tengas los mismos escrúpulos y tu mente se escudará en el pensamiento “total, no lo cuidan….”
Recibes lo mismo que ofreces.
Nosotros somos como ese coche o ese edificio del experimento. Nos tratarán según lo que ofrezcamos. A nadie se le escapa que recibimos lo que damos. Quien es amable recibe bondad y quien siembra vientos cosecha tempestades. Se te acerca una persona elegante, formal, educada y con una mirada de bondad te dirige la palabra, ¿Cómo le respondes? ¿Reaccionarías igual ante alguien que se te acerca con postura hostil, amenazante, profiriendo insultos y que además trae pinta de no haberse aseado en semanas y con vestidos andrajosos? Tu reacción sería inevitablemente diversa. Ante el primero sacarías lo mejor de ti para ponerte a su altura y corresponder a sus expectativas sobre ti. Ante el segundo correrías lo antes posible a ponerte a salvo.
Si quieres atraer a las personas nobles, sé noble. Si quieres atraer a los educados, sé educado, si quieres gente de paz, muestra que eres de paz. Si valoras las cosas positivas te vas a rodear de personas positivas, si vives conscientemente, con responsabilidad y dinamismo, atraerás a personas conscientes, responsables y dinámicas.
La respuesta que los demás te den será un perfecto reflejo de lo que emites. Tu actitud ante los demás va a ser lo que marque la diferencia.