Relaciones de pareja y compañías
Somos lo que sean nuestras compañías….. y nuestra pareja
Nuestro refranero español, tan rico en sabiduría, está enjoyado con cientos de adagios sobre la importancia de las compañías y todas nos vienen a decir lo mismo: a fin de cuentas, en las relaciones de pareja, eres lo que tus influencias hagan de ti.
Quien anda con un cojo al mes cojea y, si no renquea
Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija
Dime con quién andas y te diré quién eres.
Somos el fruto de lo que nos rodea.
Ya en la antigüedad respecto, el gran filósofo Aristóteles comparaba la mente de un recién nacido con una “tabla rasa”.Hacía referencia a las tablillas de cera que portaban los estudiantes a las clases para escribir sobre ellas. Más adelante Santo Tomás de Aquino, acuñó aquella frase de “no existe nada dentro del intelecto que no haya pasado antes por los sentidos”. Esta sentencia orientó el modo de pensar del ser humano con respecto al alma y a la mente. Nacemos sin nada y son otros quienes escriben sobre la tablilla estudiantil que es nuestra sesera.
No somos rocas, sino seres en continua formación en todos los sentidos. Por más que nos creamos autónomos, en realidad somos el fruto del ambiente que nos rodea. La arraigada ambición de pensar por nosotros mismos es importante, pero al mismo tiempo muy utópica. Cuando el ser humano comienza a pensar, lo hace demasiado tarde. Su mente ya es el fruto de la educación que ha recibido durante los primeros años de su vida, de la cultura en la que se ha desenvuelto, de las enseñanzas de sus amigos, de las tradiciones de su pueblo, de su religión, de lo que ha visto en sus padres, vecinos y amigos, lo que han inculcado en la escuela, lo que ha recibido de la televisión, de los libros…. Nuestra mente recibe continuamente información que viene de afuera y la filtra según sus propios parámetros culturales o sencillamente nuestro temperamento y nuestra capacidad y estructura mental. D dicho sea de paso, tampoco hemos elegido esa estructura mental, sino que se nos ha dado al nacer. En definitiva, somos el fruto de muchas influencias y lo seguiremos siendo mientras dure nuestra vida. Cada vez nos afectarán menos, pero lo harán.
En las relacioens de pareja nos mueven nuestras creencias.
Entonces ¿en las relaciones de pareja pensamos por nosotros mismos? Sí, pero sólo en cierta medida. Partimos con unas informaciones y esquemas creados en la infancia que determinan nuestra forma de evaluar el mundo, y seguiremos formando nuestro intelecto a partir de las informaciones que nos lleguen del exterior. En mi libro “Elige tu lobo” explico de una forma más detenida el tema de las creencias en las relaciones de pareja.
A todos esos esquemas que tenemos en la cabeza, se les llama creencias. Son las estructuras firmes que los demás, el ambiente y la experiencia van imprimiendo en la mente. Ellas crean los filtros de nuestra comunicación con nosotros mismos y con los demás. Vivimos según nuestras creencias. Quien ha aprendido que la vida de las virtudes humanas lleva a la felicidad, vivirá por instinto en esas virtudes, quien por el contrario ha transcurrido sus años en ambientes de mentira y maldad, juzgará según esos parámetros, convencido de que ellos son el garante de su vida.
Una persona que en su vida ha aprendido a luchar y ser el dueño de su vida, que ha estado rodeado de personas que logran salir adelante, vivirá cogiendo las riendas de su destino y luchará por lo que desea. Otra a quien hayan enseñado a recibir todo desde afuera, a resignarse ante las circunstancias y a dejarse humillar, acabará dejándose llevar por lo que los demás hagan o dejen de hacer en relación con su vida y soportando un tenor de vida que no desea.
Pensamos que los demás tienen nuestras mismas creencias.
Lo más interesante de todo esto, es que concebimos que los demás tienen los mismos esquemas mentales que nosotros y por lo tanto nuestras mismas creencias. El dicho de que “cree el ladrón que todos son de su condición” es aplicable al caco y al honrado, al bueno y al malo, al sincero y al mentiroso. Todos tendemos a pensar que los demás perciben las cosas como nosotros las percibimos. Pensamos que los demás mantienen las mismas creencias y hábitos de vida que nosotros.