El rencor y la relación de pareja tóxica
El rencor y la relación de pareja tóxica
Para entender la importancia del rencor y su papel en la relación tóxica de pareja, imagínate que un día vas al médico y te dice que estás invadido por un virus terrible en todo tu cuerpo. Un virus que te va a provocar:
- contracturas musculares
- reducción las defensas del sistema inmunológico
- colitis
- gastritis
- aumento del colesterol malo
- taquicardias
- dolor de cabeza
- coagulación en las arterias
- incremento de la presión arterial y deterioro de las arterias
- aumento del riesgo de sufrir enfermedades cardiacas
- aumento del riesgo de padecer un ataque cerebral.
Te dice, además, que ese virus no puede estar estático, que o bien se le extirpa o bien seguirá creciendo, aumentando todos los males hasta destruir tu vida. La buena noticia –te dice el doctor– es que quitar el virus depende sólo de ti, que eliminarlo es gratis, sin intervenciones, medicinas ni dietas.
¿Lo quitarías?
Pues bien, ese virus existe de verdad, es una auténtica plaga en el mundo en que vivimos y es tal su importancia, que se ha creado ya un instituto dedicado exclusivamente a estudiarlo y erradicarlo. En la mayoría de las clínicas, consultorios y hospitales hablan de él como uno de los mayores causantes de las enfermedades comunes y de muchas muertes. Se trata del virus del enfado, de la negatividad y del rencor.
Muchos médicos hablan ya del “síndrome de amargamiento postraumático” o PTED (de sus siglas en ingles Post-traumatic embitterment disorder) y en 1994, Robert Enright, psicólogo, creó el Instituto Internacional del Perdón con el fin de erradicar los males que produce su contrario.
La relación de pareja tóxica y nuestros mecanismos de defensa y lucha.
La explicación clínica de estos males es sencilla de entender. Cuando el organismo siente que está ante un peligro inminente (imagínate que viene alguien a matarte con un cuchillo), activa de forma automática una serie de mecanismos. Su objetivo es elevar en cuestión de milésimas de segundo todos los recursos del cuerpo que puedan ayudar a la supervivencia inmediata. Centra todo su esfuerzo en huir del peligro o en luchar contra él. Para ello, cierra toda actividad del cuerpo que en ese momento no sea imprescindible, es decir, todo lo que no sirva para la lucha o la huida que se va a producir en los siguientes minutos. De esta forma polariza sus energías en la fuerza bruta, la agilidad y la capacidad de reacción ante los estímulos agresivos. Por eso, en los momentos de peligro, somos capaces de correr más de lo normal o demostrar una fuerza y una física que nunca hubiésemos imaginado.
Como hemos dicho, el mismo cuerpo cierra por un momento otras funciones que ordinariamente son básicas para nuestro funcionamiento. Sabe que en esos momentos restarían energía a lo que nos puede salvar la vida. Tales funciones son el sistema inmunológico, la digestión, la reparación y renovación de los tejidos o la producción y procesamiento de hidratos de carbono, proteínas y grasas.
Las hormonas regulan las funciones vitales.
¿Cómo lo hace el cuerpo? Pues a través de las hormonas. Las principales que utiliza son el cortisol y la adrenalina, que son liberadas por las glándulas suprarrenales:
El cortisol (más conocido como “la hormona del estrés”) provee inmediatamente al organismo de esa energía extraordinaria que necesita de forma urgente. Lo hace liberando grandes cantidades de glucosa en la sangre. El mismo cortisol es el que se encarga de frenar las funciones que requieren de energía.
La adrenalina, por su parte, también juega un papel imprescindible, pues aumenta violentamente el ritmo cardíaco y la respiración y estrecha los vasos sanguíneos. Además acelera la circulación de la sangre y dilata los bronquios, para que aumente la entrada de oxígeno en el organismo. Por otra parte la adrenalina también frena actividades del cuerpo que restan energía como son la irrigación sanguínea cerca de la piel y en el sistema digestivo. De esa forma, la sangre va toda a los músculos, que son los que la necesitan en ese momento.
El organismo echa mano de otras dos hormonas que, aunque menos importantes, también juegan un papel interesantísimo en esta lucha por la supervivencia. Se trata de la dopamina y la noradrenalina.
La dopamina es la que se suele denominar la hormona del placer, e influye también en la toma de decisiones, en el aprendizaje, la memoria y la coordinación muscular. Cuando estamos en situaciones extremas, se segrega dopamina para controlar la ansiedad.
La noradrenalina (o norepinefrina) está muy ligada a la amígdala, donde se controlan los mecanismos de atención y respuesta, y por lo tanto las decisiones involucradas en la lucha o huida de los momentos de peligro. Acelera la frecuencia cardíaca, la irrigación sanguínea muscular, la oxigenación del cerebro y los niveles de glucosa en la sangre, con lo que controla la cantidad de energía que vamos a utilizar.
La situación tóxica que el rencor provoca en la pareja destruye el sistema inmunológico y daña el corazón.
Ante el peligro, esta función de las hormonas, resulta vital y salva muchas vidas. Lo logra interrumpiendo funciones que en ese momento no son imprescindibles y fortificando aquellas que en esos brevísimos instantes nos salvan libran del peligro. Pero si se mantiene ese estado de forma permanente, los resultados son demoledores para la persona.
Cuando una persona se deja llevar por un enfado de cualquier tipo, pone al cuerpo en alerta. Este automáticamente se prepara para luchar contra quien provoca el enfado. Para ello segrega las hormonas correspondientes, con todas sus consecuencias. Potencia lo indispensable e interrumpe todas las demás. El enfado puede ser por algo que te pasa en el momento o puede ser a causa del rencor, del odio o de pensamientos negativos a los que permites circular por la mente. Cualquiera de ellos significa poner en funcionamiento el mecanismo de defensa.
Los médicos y los psicólogos alertan continuamente y de forma insistente, del peligro que supone para la salud estar en continuo estado de alarma. El resultado del rencor en la pareja es una estado de alarma y por lo tanto relación tóxica. Significa andar por la vida con deficiencias permanentes en el sistema inmunológico, en la glucosa, en la circulación, en la respiración, en la construcción y reparación de los tejidos, en la frecuencia cardiaca, en la oxigenación del cerebro, en la piel y en sistema digestivo. De aquí al colapso no hay más que un paso que algunos, para desgracia suya, lo dan.
Muchos de los problemas que tenemos de corazón, digestión, piel, contracturas musculares, colitis, dolor de cabeza, colesterol, infartos e ictus, se podrían evitar. Según las ciencias médica y psicológica bastaría con el simple acto de perdonar y de extirpar de nuestra mente los pensamientos negativos.
Perdonar es una de las claves para estar sano
Si el rencor en la pareja conlleva una relación tóxica, el perdón, no es un acto de virtud, ni una imposición religiosa, ni una cuestión de carácter. Es sencillamente cuidar nuestra salud. Quien logra mantener el espíritu en paz, evitar los pensamientos negativos, controlar la ira y no guardar rencores adquiere el mejor seguro médico que se puede tener. Siguiendo con términos médicos, hay quien lo compara con el bisturí que corta el cordón umbilical que nos une al pasado doloroso y nos permite empezar una vida nueva y libre.
El perdón es también una estrategia de vida. No se puede vivir siendo esclavo del pasado. Si no puedes cambiar tu pasado – y de momento nadie es capaz de hacerlo -, déjalo y dedícate a construir tu futuro, que es lo que tienes por delante. El pasado no se puede cambiar, pero se puede relegar en lo más profundo del alma para que no nos afecte. El futuro sí se puede y se debe construir y es lo que conviene tener en la mente en cada instante.
En mi libro “Elige tu lobo” trato este imprecindible tema con más profundidad y detenimiento.