Una firma sin texto
Una firma sin texto
En los tiempos convulsos de la restauración decimonónica, las relaciones entre las facciones políticas no pasaban por sus mejores momentos en cuanto a respeto y buenas maneras se refiere.
En cierta ocasión, Antonio Cánovas del Castillo, siendo presidente del consejo de ministros, acudió a sentarse en su escaño y encontró sobre él un sobre. Al abrirlo, sacó de él un folio donde se podía leer, escrita en letras grandes y claras, una sola palabra: “idiota”.
Cánovas, dándose cuenta de las miradas que se dirigían varios diputados, que sin duda conocían la autoría del escrito, exclamó en voz alta:
– “Qué curioso; hasta hoy había recibido muchos textos sin firma. Es la primera vez que recibo una firma sin texto alguno”.
La persona susceptible que se siente atacada continuamente y salta como una fiera ante las incitaciones verbales, se convierte en una especie de atracción de circo para los provocadores. Cuando alguien quiera divertirse a su costa sabe que sólo tiene que tocar la tecla adecuada; meterse con sus ideas políticas, deportivas, culturales, religiosas o las que constituyan su fibra más sensible y tendrá la diversión asegurada. Ese tipo de personas son una tentación continua para los que se inclinan a crear polémicas y riñas.
Si por el contrario te acostumbras a no tomarte nada como personal, a dejar fluir las cosas, despreciar las provocaciones como propias de personas bajas, evitarás los envites, pues quienes los crean, sabrán que pierden el tiempo contigo porque te encontrarán a un nivel superior.