Tu control sobre los problemas
Resolver lo soluble y dejar fluir lo que no podemos solucionar.
Respecto a los problemas –fuente de tantos pensamientos negativos– hay una táctica relativamente sencilla para que no nos amarguen, que consiste en dividirlos en tres categorías.
La primera es la de los problemas sobre los que tenemos un control directo, es decir, que involucran nuestra conducta. Estos se resuelven trabajando en nuestros hábitos personales y estrategias para alcanzar la solución. En lugar de agobiarse por ellos, poner manos a la obra para cambiar lo que haga falta.
La segunda categoría son los problemas de control indirecto, es decir, aquellos que dependen de la conducta de otras personas. En este caso, debemos analizar qué podemos hacer exactamente por medio de nuestra influencia en las personas y poner todo nuestro empeño en ello a través de la empatía, la persuasión y los medios lícitos y buenos para alcanzar la solución.
Asimismo debemos analizar seriamente qué es lo que no está a nuestro alcance, para no perder el tiempo luchando contra molinos de viento. Muchos de los pensamientos derrotistas y negativos que nos destruyen provienen de darle vueltas a cuestiones que no está en nuestra mano solucionar.
La tercera categoría son los problemas sobre los que no tenemos ningún control. Sobre estos últimos, lo único que podemos hacer es aceptarlos y convivir con ellos. De nada me sirve estar llorando todos los días por una guerra que existe a miles de kilómetros de mi país. Podré entristecerme por un momento, pero no agobiarme. Mi desazón no va a quitar la guerra y sí va a provocar malestar entre los que tienen que soportar mi angustia. Es inútil perder la paz por algo que no está en tu mano.
