Condenados a ser libres
Condenados a ser libres y a construirnos a nosotros mismos
Decía el gran filósofo español José Ortega y Gasset que la naturaleza del ser humano consiste precisamente en no tener naturaleza. Nos vamos haciendo día a día a través de las miles de decisiones que tomamos en cada jornada.
No solo eso, sino que –continuando con su pensamiento– el ser humano está obligado, apremiado, forzado, y constreñido a decidir. Estamos condenados a ser libres; no podemos hacer otra cosa. Desde que nacemos hasta que muramos, nuestra vida va a consistir en tomar miles de decisiones. Unas serán cotidianas y nos parecerán intrascendentes, como saber si me pongo al sol o a la sombra, o me peino de un lado o de otro, pero todas ellas van formando lo que somos. Al final, nuestras grandes decisiones serán hijas y consecuencias de la suma de las pequeñas decisiones.
Los animales siguen el instinto y no tienen ante sí el drama de decidir cada instante. El autor latino Virgilio, en sus deliciosas Geórgicas del siglo I de nuestra era, nos describe de una manera tan perfecta el mundo de las abejas que aún hoy sirve a los apicultores para conocer la vida y cultivo de las mismas. Han pasado XX siglos y las abejas nos siguen admirando con su quehacer… ¡que es el mismo que en tiempos de Virgilio!
No han cambiado porque no tienen nada que aprender; siguen su instinto y con ello tienen garantizado su triunfo como abejas. Los animales siguen el instinto que les ha otorgado la naturaleza y salvo raros cambios por motivos de supervivencia o de adiestramiento, seguirán obrando de la misma manera porque su instinto les marca la pauta de una acción perfecta para su especie.
El ser humano actúa de la manera contraria. Su instinto está sustituido por la libertad.
Obligado a alimentar al lobo cada momento ¿condena u oportunidad?
Lo que produce vértigo es darse cuenta de que esa libertad le ha sido entregada a bocajarro, a quemarropa –en expresión de Ortega–. No hay otro remedio que ser libres y escribir de nuestra propia mano cada página del libro de nuestra existencia. No tenemos más ayuda que la inteligencia y la voluntad que nos van guiando para acertar en cada una de las decisiones que tomamos. No hay lugar al descanso, no hay tregua en la construcción de nuestra vida. Somos libres, soberanamente libres, pero esa libertad es tan obligatoria que ni un sólo segundo de nuestra vida consciente podremos dejar de decidir. Quien necesariamente tiene que elegir, no puede obrar de otra manera que con el “ensayo-error” y por lo tanto, todo servirá para ir creciendo y avanzando.
Condenados a elegir, sí, es cierto en el sentido de que no podemos, aunque queramos, hacer otra cosa, pero ¿es una condena o una oportunidad? ¿hay algo más fascinante que saber que nosotros y sólo nosotros hilvanamos nuestro destino? ¿no es maravilloso saber que somos el único árbitro de nuestra vida? Por eso no existen los fracasos, sino las oportunidades; no existe el retroceso, sino el aprendizaje del error.
Si has errado en un proyecto, o en dos o en tres, siéntate con un bolígrafo, piensa en tu ideal. Aprende de lo que has fallado y proponte que ese tropiezo sea una enseñanza para lograr el fin.
