Tu amor dependerá de las interpretaciones del comportamiento mutuo
Tu amor dependerá de las interpretaciones del comportamiento mutuo
Nuestra vida es una red de interrelaciones, y de nuestra manera de entender e interpretar los actos de los demás, va a depender nuestra forma de entender el mundo y de reaccionar ante el prójimo. Quien interpreta las acciones de los demás con bondad y naturalidad, apreciando lo que hacen en un ambiente de confianza, vivirá con la paz y la tranquilidad suficientes para tratar a todos con amabilidad y recibir por parte de ellos ese trato. Quien por el contrario vive a la defensiva, imaginando ataques y ofensas por todas partes, no tardará de exteriorizar agresividad y violencia hacia el prójimo, provocando que los demás la traten de verdad con esa enemistad que él se imaginaba.
Cualquier acción es susceptible de muchas interpretaciones, pero depende de nosotros fomentar la que nos lleve a reaccionar bien o a crear y atizar conflictos.
Un retraso y dos historias antagónicas.
En cierta ocasión escuché un ejemplo al respecto que a mi entender arroja mucha luz sobre este punto: Imagínate que tu pareja ha quedado en llegar a las diez de la noche a casa y cuando son la once y media aún no ha llegado ni te ha llamado. Vamos a suponer que tú comienzas a preocuparte pensando que tal vez ha tenido un accidente y que está sufriendo en un hospital, o que ha tenido que pararse a ayudar a otra persona que lo ha sufrido, o que se le pinchó una rueda y no haya forma de cambiarla, o que se ha puesto enfermo. Tu comienzas a preocuparte y a desear vivamente que llegue para asegurarte que está bien y abrazarlo y cuidarlo, o comienzas a llamar a posibles lugares donde puedan saber algo de su paradero. ¿cómo recibirás a tu pareja en el momento que llegue al hogar? Lo recibirás con ansias y le cubrirás de abrazos y besos, sintiendo la alegría profunda de haberlo recobrado. Tu pareja, por su parte, percibirá su regreso a la casa como una experiencia hermosa y asociará la llegada al hogar como el disfrute de un cariño inmenso. Tu lenguaje corporal será de acogida y amor, y él lo percibirá aunque tal vez no se dé cuenta conscientemente.
Supongamos ahora que por tu cabeza pasan los pensamientos contrarios. La pareja se retrasa y tú comienzas a imaginártela de juerga con malas compañías, o en brazos de otra persona, o de borrachera, o simplemente retrasándose porque no quiere estar contigo. Tus pensamientos sobre su persona serán destructivos y te llenarán de enfado, de rabia y de rechazo. ¿Cómo lo recibirás cuando llegue? Tendrás una mirada de enfado, una frase sarcástica u ofensiva y ningún gesto de cariño. Él por su parte, quedará con la imagen subconsciente de que volver al hogar y encontrarse contigo supone una experiencia que es mejor evitar.
El hecho objetivo es el mismo: un retraso. La forma de interpretarlo es totalmente distinto y por lo tanto las reacciones y las consecuencias totalmente diversas. Independientemente de lo que tu pareja estuviera haciendo, en el primer caso, va a aumentar su deseo de estar a tu lado y complacerte, y en el segundo caso provocará su rechazo a la idea de llegar al hogar y encontrarte.
Los pensamientos se pueden controlar –no digo que sea fácil– y vale la pena poner en ellos todo el esfuerzo, pues el permitirles una deriva hacia la benevolencia o la intransigencia va a marcar nuestra felicidad dentro de la relación. Si esta persona me ha demostrado tantas veces su amor, porqué no fiarme de ello y tratarlo con el amor que él se espera.
Mientras mantenemos la confianza en la bondad del otro, el amor se conserva fresco y floreciente. Por contra, cuando comenzamos a malinterpretar las palabras, gestos y actos de la pareja, estamos provocando una reacción idéntica por su parte, propiciando una espiral de desencuentros cuyas consecuencias son en muchos casos funestas.
¿Y qué hago entonces con las faltas que objetivamente ha tenido conmigo; las malas palabras, los malos gestos y las acciones que me han herido? Pues como siempre, tienes dos opciones, o reaccionar con rencor y violencia iniciando el bucle de la ruptura o esperar a que se calme la situación y hablar las cosas con calma.
