Escuchar con el alma: la empatía
la piedra de toque de toda relación, la escucha
Escuchar con el alma: la empatía
Uno de los elogios más significativos –y también más escasos– que se puede escuchar en una pareja es “tú me escuchas”. No es un asunto baladí, sino que da a entender que esa relación fluye y transcurre con la armonía que toda pareja sueña.
Al inicio de la relación, es normal escucharse durante horas y horas sin cansarse ¿porqué? Porque hay interés por el otro, porque nos interesan sus cosas, porque queremos compenetrarnos con él para establecer todas las conexiones posibles; queremos llegar a sintonizar emocionalmente con esa persona.
En otras palabras: queremos llegar a la empatía.
Cuando en el matrimonio hay empatía, es decir, cuando cada uno es capaz de ponerse en la piel del otro para saber lo que siente y piensa, la relación fluye y se va estrechando cada día más hasta fundir las dos almas una sola.
Cuando se va perdiendo esta empatía, tan común en el noviazgo, el camino se empina paulatinamente hasta que resulta imposible transitar por él.
Existen varios signos corporales que nos ayudarán a escuchar de verdad y a notificar a la otra persona que la estamos escuchando.
Escuchar con la mirada atenta y con gestos de interés
Uno de ellos es la mirada atenta. No es lo mismo hablar temas triviales que de asuntos serios. Cuando se habla por hablar, sólo para comunicarse, se puede estar en cualquier postura y realizando cualquier actividad, pero cuando se necesita tocar un tema en el que está implicado un ingrediente importante de la relación, son importantísimas tanto la postura corporal como la atención que mostramos con nuestro rostro y nuestros gestos. Cuando queremos llamar la atención a un niño le pedimos que nos mire a la cara. No deberíamos actuar de manera diversa con los adultos.
Cuando tu pareja percibe que le mantienes la mirada, que tus ojos está fijos en ella y que realizas pequeños movimientos de asentimiento, sabe que la estás escuchando de verdad y tu genuino interés por ella se traducirá en una confianza agradecida. Sabrá que estás intentando ponerte en su lugar para comprender qué es lo que le está ocurriendo o qué necesita de ti. Si añades pequeñas interjecciones que le confirmen que sigues el argumento y que estás atento “sí, ajá, claro, vale, por supuesto, qué bien….” facilitarás aún más la comunicación.
Pero no es sólo hacer la finta de que escuchas. Realmente, cuando mantienes la mirada hacia la otra persona, te estás obligando a ti mismo a enfocar tu atención y automáticamente pondrás el interés en ella. No olvidemos que de nuestra postura física depende innumerables veces la actividad del cerebro.
Muchas crisis de pareja se podrían haber evitado con el sencillo gesto de dedicar unos minutos al día a escuchar. No sólo porque la información que se recibe del otro puede ser crucial para entenderse, sino porque el simple saber que se me escucha y se me atiende, es un signo de amor y de interés. A una persona que me escucha con atención la quiero y le doy mi confianza.
Hacer preguntas al hilo en lugar de interrumpir
Cuando una persona habla, quiere ser escuchada y entendida. Por ello y de manera inconsciente observa al otro para percibir gestos corporales de atención o de desinterés. Si nos sentimos atendidos, iremos ganando confianza y profundizando en lo que expresamos, si no, nos sentiremos defraudados ante quien debería habernos prestado su interés.
Por eso cuando se escucha, conviene invitar al otro a hablar, sea con preguntas abiertas, sea con la repetición de sus últimas palabras, lo cual equivale a una invitación a seguir con el tema iniciado.
La repetición de las últimas palabras es muy sencilla. Si por ejemplo uno de los dos dice “el jefe me dijo que era muy responsable” y el otro comenta “te dijo que eres muy responsable”, el primero entenderá que le está pidiendo que le explique porqué le dijo que es responsable y continuará con la relación sintiendo que su historia suscita el interés del otro. Si dice “estuve tratando el tema con tu madre y salió todo bien” y el otro repite “y salió todo bien”, le estará invitando a explicar en qué consiste ese todo que salió bien.
Las preguntas al hilo producen un efecto similar. Si ante una explicación de una conversación, se hacen preguntas que inviten a expresar sentimientos o acciones, se creará una sensación de empatía y por lo tanto una afectividad más intensa. Para ello son estupendas las que tienen relación directa sobre su estado emocional “¿qué sentiste, qué pensaste, qué más le dijiste, cómo reaccionaste, cómo lo viste….?” Uno de los mejores animadores la conversación es el comentario sencillo y en su caso ameno, sobre lo que se dice; muestra que el ingenio está activo y quita hierro a cualquier asunto.
En el extremo opuesto de estas estrategias generadoras de empatía, se encuentran las interrupciones. Cuando el objetivo de la conversación es construir y meterse en la piel del otro para entenderlo más, se le ayuda fluir y se le invita a entrar en más detalles acerca de lo que está contando. Cuando por el contrario se le interrumpe para mostrar desacuerdo u oposición, se le está indicando – generalmente – que no se desea escuchar ni generar relación sino que se busca disputar y posicionarse por encima del otro. De esta forma se evapora toda la magia de construcción afectiva. Hablaremos de ello en el capítulo sobre los conflictos.
