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Portada » Historias » Conocer las diferencias entre lo masculino y lo femenino

Conocer las diferencias entre lo masculino y lo femenino

  • publicado por Rubén Darío Pulido
  • Categorías Artículos, Relación de pareja
  • Fecha 10 marzo 2021
  • Comentarios 0 Comentarios

Admitir las diferencias evita grandes problemas

El ser humano se divide entre la femineidad y la masculinidad, dos formas de ser y vivir la existencia humana. Ambas son maravillosas, ambas son complementarias y al mismo tiempo son asombrosamente diferentes. Cada ser humano tiene una proporción de ambas. Generalmente las mujeres tendrán más proporción femenina y los hombres más proporción masculina, lo que marcará su forma de ser y manera de entender el mundo. Para simplificar y no entrar en berenjenales, entenderemos a las mujeres como femineidad y a los hombres como masculinidad, sabiendo que cada uno deberá aplicarse los estudios a las proporción de ambas que tenga en sí.

Decir que los hombres son más altos que las mujeres no es sexismo, sino evidencia. Habrá mujeres muy altas, habrá grupos donde las mujeres superen en altura a los hombres, incluso podría darse el caso de que la persona más alta del mundo fuese una mujer. Sin dejar de ser verdad todo eso, lo general y lo normal, el promedio a nivel mundial, seguirá siendo que los hombres que los hombres son más altos que las mujeres, lo cual no es ni defender ni atacar a ningún hombre ni a ninguna mujer.

Al igual que en el caso de la altura, donde hay poco que discutir, la evidencia nos señala que hay muchos campos en los que los hombres y las mujeres son diferentes y sus habilidades radicalmente distintas. Si las admitimos y las tenemos en cuenta – aún sabiendo que estará lleno de excepciones – conseguiremos entendernos mucho mejor.

Por supuesto que estas diferencias no son matemáticas ni aplicables a todos las personas. Habrá mujeres que en alguna habilidad se parezcan más a los hombres y viceversa, o que una misma persona posea las cualidades del hombre y de la mujer. Eso es parte del juego al que la testosterona y los esteroides tienen acostumbrado al género humano. Cada cual es hijo de su genética y de sus hormonas y ellas son las barajas con las que debe jugar su partida. Habrá mujeres fantásticas en habilidades masculinas que cultivó desde su infancia y hombres que superen a las mujeres en su campo. Aquí expondremos lo que suele ocurrir con una gran mayoría de personas del mundo y por lo tanto las reglas con las que entenderás más fácilmente cómo funciona el mundo de pareja.

Lo femenino tiene mucha más habilidad social, lo masculino centra su pericia en el dominio físico y del espacio

Por eso a ellos les encanta cualquier cosa que signifique probar su puntería y su capacidad para manejar máquinas: los coches, los deportes de pelota, el riesgo físico, los juegos de ordenador, la caza… todo ello pone a prueba su destreza midiendo los espacios y los tiempos. Desde pequeños sienten el instinto y se dedican a ello con furor, por lo que llegados a la juventud, tienen esas pericias arraigadas y suelen ser superiores a las mujeres, quienes desde su infancia estuvieron intrigadas y dedicadas al intrincado mundo de las relaciones.

Las chicas, por su parte, viven en el mundo de las interconexiones personales. Desde pequeñas se juntan para comentar quién está con quien y qué debería hacer Fulanita para conseguir la amistad de Menganita o para hacer ver a Zutanita que sería mejor que le dijese a Pepita no sé qué cosa. Lo llevan en la sangre y lo ejercitan desde la más tierna edad, por lo que al llegar la juventud, saben perfectamente cómo guiar a los hombres – que durante ese tiempo se han dedicado a meter pelotitas en agujeritos – y ser las dueñas de la relación.

Sabiendo esto, los hombres, no deberían enfadarse con su pareja cuando continuamente les requiere para cuestiones de habilidad con el espacio y el tiempo: montar muebles, colocar estanterías, conducir el coche en lugares difíciles o arreglar aparatos que se han estropeado ¿no pueden ellas? Podrían si hubiesen desarrollado esa actividad, pero como es el hombre quien por gusto lo ha hecho, le toca a él.

De la misma manera, es bastante natural que sean las mujeres quienes atiendan las necesidades de los niños. Por instinto saben cómo se encuentra un niño y lo que necesita, cuando el hombre todavía no se ha percatado ni de la presencia del infante. Ella sabe cómo cuidarlo, consolarlo, entenderlo, aconsejarlo, acariciarlo, adelantarse a sus necesidades, … simplemente porque lo lleva en el instinto y es lo que ha estado haciendo desde pequeña. Se puede pedir a un hombre que intente hacer todo eso – seguramente lo hará con gusto – pero donde se sentirá más a gusto será con las tareas más físicas y pasando tiempo con él. A nivel psicológico será la mujer quien lleve el peso en la mayoría de los casos.

Es curioso que cuando un niño se encuentra en peligro, el grito que emite suele ser el de “Mamaaaaaaá” aunque su padre sea el más fuerte del mundo.

¿Se puede culpar a los hombres de falta de atención a los niños? Ellos hacen lo que pueden, que es aportar sustento material y apoyar a la mujer en lo que le pida y eso es bastante. ¿podrían ser más atentos? Sin duda, con una formación adecuada y específica desde la infancia que en algunos casos les permitiría adquirir lo que la mujer tiene por instinto y sin ningún esfuerzo.

Lo femenino busca relación de las cosas con el entorno, lo masculino busca transformarlo.

La mujer vive para las relaciones, y las cosas sirven en tanto cuanto colaboren para conseguir que estas discurran por donde ella desea. El hombre posee en cambio un interés genuino por el funcionamiento de cada cosa y presta más atención a ello que a la utilidad del mismo para el mundo de las relaciones.

A una mujer un zapato le sirve para lucir estar guapa, para llamar la atención y combinar con su vestido, bolso, pendientes y demás . Al hombre un zapato le sirve para abrigar el pie; si cumple esa función, no necesita saber más de él.

A cambio, el hombre quiere saber cómo está hecho ese zapato, qué partes lo componen y cómo arreglarlo en caso de que se estropee. Muchas mujeres no entienden que después de toda una tarde con un varón, éste ni siquiera se haya dado cuenta de qué zapatos tenía en sus femeninos pies. Él no entiende porqué a las mujeres les gusta tener tantos pares de zapatos en el armario y seguir comprando más y más.

Es muy curioso el caso de la conducción. Para la mayoría de las mujeres, el coche es un vehículo para viajar segura y cómoda de un punto a otro, y sentirá un escaso o nulo interés por las cualidades o capacidades del coche. El hombre, en cambio, ve en el coche una oportunidad fantástica para medir sus habilidades espacio-temporales, por eso disfruta poniendo la máquina a todo lo que da, forzando las marchas, arriesgando en las curvas, midiendo al milímetro la distancia con los obstáculos y conociendo esa espectacular mecánica que vibra en sus entrañas.

Cuando se estropea una lavadora, el hombre la descompondrá, dedicará el tiempo necesario para ver cómo funciona y se sentirá profundamente orgulloso y realizado cuando haya sido capaz de encontrar y resolver el problema. La mujer, por su parte, no le preguntará nada de eso; lo que le importa es que la ropa esté limpia a su tiempo para que los niños vayan guapos al colegio.

Las mujeres buscan afecto, cariño y comprensión, y saben que eso sólo se encuentra en las personas. Esto llega a veces a un desinterés tal por el funcionamiento de las cosas, que detestan perder tiempo en cuestiones de mecánica o ingeniería del hogar, lo cual desespera a los hombres. Ellos por su parte, se enfrascan tanto en cuestiones técnicas y mecánicas que tienen la tentación de descuidar por ello las relaciones familiares y creer que el amor por la mujer consiste en mantener los aparatos funcionando perfectamente.

Hay hombres que pretenden tener a sus mujeres felices llenándolas de cosas, cuando lo que ellas desean para estar contentas es afecto, compañía y cariño.

Pedí a mi marido una muestra de cariño –dijo la mujer a su psicólogo entre lágrimas– y su respuesta fue lavarme el coche.

A lo masculino le encanta rivalizar, a lo femenino unir

Dado que la psicología femenina está orientada a crear vínculos, busca por instinto aspectos comunes con quien tiene al lado. Para que dos personas se amiguen, necesitan tener cosas en común; por eso generalmente la mujer es capaz encontrar puntos de unión con cualquiera. Basta ver a las niñas cómo desde pequeñas buscan charlar sobre las cosas que les gustan a ambas y cómo de mayores cifran sus conversaciones en lo que gusta a todas las mujeres: la ropa, la dieta, los novios, el mundo de los famosos y cuanto pueda a servir para unirse y estar juntas.

Los hombres, por el contrario, disfrutan proponiéndose retos a sí mismos y a los demás. A ver quién juega mejor a un deporte, quién es más rápido o quién ha hecho cosas más raras que los demás. En la edad adulta charlarán sobre temas en los que puedan destacar, llámese deportes, trabajos o aficiones que cada uno tenga y en las que, por supuesto, sea mejor que los demás.

A la hora de juntar dos vidas, tanto mujeres como hombres deben conocer la forma de ser del otro para tenerse paciencia y en caso de ser capaces –si se aman lo serán– interesarse por los temas o las competencias que tanto fervor crean en el que tienen a su lado.

La menstruación que se convierte en monstruación

Un fenómeno tan natural y habitual en la mujer, como es la menstruación, se convierte a veces en un problema terrible a la hora de las relaciones humanas, sea cuando se está en el noviazgo, sea después de muchos años de convivencia. Eso, por supuesto, cuando no se conocen sus causas y sus efectos.

Muchas mujeres son conscientes de que unas tres o cuatro semanas después de su última regla, sufren un inexplicable trastorno en el carácter que a veces no son capaces de controlar y las convierte en personas muy diferentes de lo que son habitualmente. Hablamos del síndrome premenstrual.

Todo ello se debe a que durante ese periodo, las hormonas femeninas disminuyen de una forma violenta y repentina, mientras que la testosterona, principal hormona masculina, alcanza sus niveles más altos y provoca reacciones prácticamente incontrolables. Algunas se sienten tristes y deprimidas, otras reciben impulsos de agresividad irracional que las lleva a desesperarse.

Cada mujer es un mundo, y dependiendo de la bajada que cada una tenga de las hormonas femeninas (estrógenos sobre todo) y de la subida de las masculinas, su reacción será diferente. Lo importante es conocer la época en la que suele llegar, estar atenta para lograr el mayor autocontrol posible y, cuando se pueda, avisar a los que conviven con ella de forma que se prevengan para lo que se les viene encima.

Cuando no se presta atención a ello, durante este periodo se producen discusiones, incomprensiones y salidas de tono cuyas consecuencias son imprevisibles y pueden acabar con la ruptura de la pareja o con situaciones de violencia incontrolada. Si tanto la mujer como el hombre tienen en cuenta esos días para vivirlos con mayor atención y comprensión, el drama no lo es tanto y sirve para reforzar el amor, al superar juntos cada mes la prueba correspondiente.

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