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Portada » Historias » Qué hacer cuando el conflicto ya es grave

Qué hacer cuando el conflicto ya es grave

  • publicado por Rubén Darío Pulido
  • Categorías Artículos, Relación de pareja
  • Fecha 10 marzo 2021
  • Comentarios 0 Comentarios

Evitar las discusiones inútiles

Lo primero es evitar las discusiones inútiles. Cuando una relación va mal, es señal de que los pensamientos negativos han tomado la delantera y con ellos la susceptibilidad se ha situado a flor de piel. Cuando siento que el otro está en contra, que no me quiere como antes y que no me respeta, estaré a la defensiva ante lo que considero ataques o, peor aún, trataré de herirle con mis palabras en lo que sé que más le duele. Cuando las discusiones son habituales, algo no va bien. El remedio lo sabemos: cuidar los pensamientos para que sean positivos. Todo lo que se haga en esa dirección será abonar el camino del triunfo.

Dentro de las discusiones, hay una serie de expresiones que semejan a cerrojos en una puerta. Frases que marcan el fin de una fase y sumergen a la pareja en una categoría inferior. Son expresiones radicales que acercan mucho al abismo por su capacidad para fulminar la confianza y por el poso de rencor que imprimen en la mente.

Son las generalizaciones de los momentos de pasión que rezan más o menos así: “contigo es imposible hablar” “todo lo tuyo es una mierda” “no haces nada bien” “eres lo peor que me ha pasado en la vida” “me odias” “te odio” “que sea la última vez que me dices eso” “contigo no se puede hablar” “no me importa lo que digas”.

Aunque se digan en momentos de pasión, indican que el respeto ha fenecido o está a punto de hacerlo. Son síntoma de que hemos llegado a extremos peligrosos y debemos de encender todas las alarmas.

El peor de los peligros: la lista de ofensas

Si las expresiones que hemos mencionado son peligrosas, mucho más lo son las lista de presuntos agravios que el otro ha cometido contra mí. Cuando se lanzan al otro todas sus faltas y ofensas, se le está diciendo que no nos importa lo bueno que ha hecho, sino sólo aquello que nos sirve de excusa para hacerle mal. Por otro lado, se avisa de que ya no podrá vivir en paz, sino bajo la atenta mirada inquisitiva de quien irá apuntando sus fallos para echárselos en cara cuando más le convenga.

Las listas de agravios destruyen el cariño y producen auténticos derrumbes en la muralla del amor. Es lanzar auténticos cañonazos a la línea de flotación del barco. Cuando amamos a una persona recordamos sus cosas buenas y fomentamos el amor haciéndole ver que se las tenemos en cuenta. Lanzar a la cara el elenco de afrentas, es decirle a esa persona que ya no la queremos y comunicarle que el amor ha terminado.

No olvidemos que en los momentos de enfado, cuando la pasión se coloca por encima de la razón, se distorsiona la realidad. El recuerdo del pasado acude agrandando lo negativo y dotándole de intenciones perversas y gestos de maldad que tal vez nunca existieron. Igualmente, en esos momentos de rabia, se tiende a generalizar y a interpretar los pequeños errores como hábitos de vida “tú hiciste eso para humillarme y siempre lo haces así” “tú dijiste tal cosa porque nunca me aprecias”. Por otro lado, se tiende a sacar frases y hechos de contexto para lanzarlos a la cara de la pareja.

A cierta persona que no era capaz de pasar página ante los problemas de la vida y las dificultades con los demás, el maestro le sugirió un ejercicio muy curioso: dar todos los días un paseo por el bosque e ir recogiendo las piedras que se encontrase por el camino.

El primer día que salió, ya no podía con el peso de las piedras, además de que no le cabían todas en la mochila.

Cuando se lo comentó al maestro, este le dijo:

– ¿Verdad que resulta más fácil y eficaz caminar disfrutando del paisaje y esquivando las piedras en lugar de recogerlas? Haz lo mismo con la vida. Busca un ideal, vive disfrutando de las cosas buenas y no pierdas tiempo ni energía dando vueltas a los problemas que has tenido. Supéralos y sigue adelante.

Evitar lo que molesta al otro

A la luz de las diferencias entre los hombres y las mujeres, podemos elaborar una serie de hechos cotidianos que crean confusión y desunión entre las parejas. Si estamos atentos a ellos, lograremos auténticos milagros en la mejora de las relaciones. Unas veces costará sólo un poco de esfuerzo, otras significará extirpar hábitos fuertemente arraigados. Pero sabiendo que en estos pequeños detalles nos jugamos la felicidad, vale la pena estar atentos a ellos.

Muchos de ellos resultan sumamente familiares, pues inundan la cultura popular en forma de chistes desde hace miles de años. Están tan metidos en nuestra forma de ser que los consideramos habituales. Sin embargo, el que sean comunes no los convierte en inocuos. Por el contrario, son fuente de mucho sufrimiento y división. Depende de cada uno cambiarlos.

Ellas se suelen quejar de que su pareja:

  • Se le ha acabado la chispa de los primeros años y ya no tiene detalles conmigo, parece que se le han olvidado mis gustos y mis pequeñas alegrías.
  • Vive para el trabajo y para los amigos. Parece que ellos son su mundo y que yo soy el segundo plato de su vida.
  • No dedica tiempo a charlar. Parece que le aburre mi conversación. Se mete en sus pensamientos y aficiones y sólo hablamos cuando hay algún problema con el dinero o los hijos
  • Parece que evita estar conmigo y el trabajo es su mejor excusa. Se queja de que tiene demasiado que hacer y dedica a ello el tiempo que podríamos estar juntos.
  • No se interesa por mi vida; ni me pregunta por mis cosas, dónde he ido, con quién he estado, qué he hecho…
  • Cuando se equivoca o me ofende nunca pide perdón
  • No me busca cuando está lejos. No me llama nunca por teléfono, por ejemplo desde el trabajo, o en los viajes.
  • Siempre quiere tener la razón
  • Huye de las compras, sabiendo que es una de mis aficiones.
  • A pesar de que soy yo quien se preocupa del ahorro familiar, se queja continuamente de que gasto demasiado.
  • Me echa en cara que compre lo que necesito de ropa y complementos, mientras él derrocha un dineral en vinos, tabaco y cosas para el coche.
  • No cuida la limpieza ni la higiene.
  • En el sexo me da la sensación de ser un mueble o un aparato de placer. Va a lo suyo y no tiene el cariño ni el interés suficiente para crear un encuentro real y profundo.
  • Desordena continuamente la casa.
  • Cree que los hijos son cosa mía y sólo se encarga de transportarlos en coche o de llevarlos a sus aficiones favoritas.
  • Se escaquea de las tareas del hogar y ve normal que sea yo la que siempre barre, friega, lava la ropa y recoge la mesa.

Ellos se quejan muchas veces de que su mujer:

  • Me da la impresión de tener a mi lado un guardia que analiza cada palabra y cada gesto para llamarme la atención cuando algo no le gusta.
  • Me lleva la contraria y me corrige continuamente, incluso delante extraños o de los hijos
  • vive pendiente de lo que hacen las demás parejas y las compara con nosotros: que si tienen tal cosa y nosotros no, que tal marido regaló esto a su mujer, que si fueron de vacaciones a tal sitio…
  • No para de hablar de temas intrascendentes que no me interesan lo más mínimo
  • Me saca listas interminables de fallos habidos en el pasado o de cosas que le dije hace mucho tiempo
  • Quiere que le acompañe siempre a sus compras, sabiendo que eso no lo aguanto
  • Raramente quiere tener relaciones sexuales; siempre pone excusas y tiene que ser cuando ella quiere.
  • Cambia de opinión y de humor continuamente y sin una razón lógica para ello.
  • Gasta demasiado en tonterías.
  • No le interesan mis asuntos de trabajo y aficiones y quiere ser el centro de todo, como si sólo ella existiera en el mundo.

Aprender a convivir con la pareja

En cierta ocasión escuché a un señor decir que él entendía mucho de mujeres porque había tenido ya cinco largas relaciones y por lo tanto no tenía nada que aprender. Este pobre hombre es el ejemplo más evidente de uno de los dramas más duros y frecuentes del ser humano: pensar que las relaciones son simplemente convivir “mientras dure”. La vida en pareja es, por lo contrario, un continuo aprendizaje, un esfuerzo continuo por enderezar lo que se vaya torciendo, corregir lo que se vaya haciendo mal, y pulir lo que va perdiendo brillo.

No sabe mucho el que convive con muchas parejas, lo cual indica que ha fallado tantas veces cuantas parejas ha tenido, sino el que con mirada atenta e inteligencia aguda estudia lo que le puede llevar a una armonía plena con la persona que ha elegido para siempre. De los malos resultados se puede aprender mucho, pero para ello se necesita aplicar una atención constante y realizar un esfuerzo para no repetir errores.

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